Debería sorprendernos que tener que hacer un diccionario de cuidados sea un proyecto para el siglo XXI. Cuidar, una tarea esencial para el sostenimiento de la vida, sin la cual ninguna persona habría sobrevivido la primera infancia, necesita explicarse.
Quizá la razón de ello, es precisamente, que se asume que los cuidados se dan naturalmente. Que no tienen costo. Que son resultado del amor materno, incondicional. Que quien los da, los da por gusto, con entrega. Que cuidar es fácil porque lo motiva el amor, lo impulsa el instinto y lo sostiene la condición biológica.
En realidad, la tarea de cuidar se comprende socialmente como un servicio gratuito que -principalmente – las mujeres tienen que dar de buena gana. Eso lo habilita un sistema de prejuicios y estereotipos sobre los roles de hombres y mujeres, por la idealización de la familia y por un sistema económico que descansa sobre mitos y culpas que han velado la injusticia y las consecuencias negativas de este sistema.
Los datos son ilustrativos. En México hay 22 millones de personas trabajadoras del hogar no remuneradas fuera del mercado de trabajo, de las cuales el 92 por ciento son mujeres (INEGI, 2020). De estas personas, más de 4 millones podrían buscar un trabajo remunerado, pero no lo hacen por dedicarse a los cuidados en el hogar, de las cuales, el 83 por ciento son mujeres (INEGI, 2020).
Sin embargo, la tarea de cuidados no debe ser considerada como un tema que le incumbe solamente a las mujeres. El arreglo actual -que descansa principalmente sobre las familias y, particularmente, sobre las mujeres- tiene consecuencias negativas tanto para los hombres como para las personas que reciben el cuidado.