A pesar de los avances en políticas sociales y laborales de este gobierno federal y en medio de diversas crisis coyunturales por los efectos de la pandemia de COVID-19 —de costo de vida, sanitaria, económica, social y de cuidados— y estructurales —como la emergencia climática—, los súper ricos en México han visto crecer sus fortunas en un tercio (33%) desde el inicio de la pandemia.
Por cada 100 pesos de riqueza que se crearon entre 2019 y 2021, 21 pesos se fueron al 1% más rico y apenas 0.40 pesos al 50% más pobre.
Solamente Carlos Slim, el hombre más rico de México y de América Latina y el Caribe, concentra más riqueza que la mitad de la población mexicana y ha visto crecer su riqueza en un 42% desde el principio de la pandemia, un monto equivalente a US$1 millón por hora.
Sin embargo, estos números no se reflejan en la parte de la cuenta que los súper ricos pagan. Las personas contribuyentes con ingresos arriba de 500 millones de pesos anuales apenas representaron el 0.03% de la recaudación total de impuestos.
Además, las grandes empresas pagaban hasta 2021 unas tasas efectivas de ISR de entre el 1 y 8% del total de sus ingresos, muy por debajo del 30% que establece la ley. Cuando los súper ricos no pagan, pagamos nosotros.
Hoy, el gobierno mexicano tiene un menor margen de maniobra para responder ante las crisis debido a sus crecientes obligaciones y a los pocos recursos públicos disponibles.
Aun sin corrupción, el dinero público no alcanza: por cada 100 pesos que produce la economía mexicana, el gobierno mexicano a todos los niveles apenas logró recaudar a través de impuestos 17.8 pesos, muy por debajo incluso del promedio latinoamericano.
La mayor parte de los pocos impuestos que se pagan hoy en México son sobre el consumo, los ingresos personales, la seguridad social y la nómina.